En el crepúsculo de mi vida, tuve oportunidad de entrar en conversación con un sabio judío. No me llevo mucho tiempo darme cuenta de su gran sabiduría, y él me llevó a comprender cuan grande es la Torá que fue dada en el Monte Sinaí. Tomé conciencia de lo necio que había sido por no haberme dado cuenta de cómo Dioss es capaz de manipular las leyes de la naturaleza.
Mi querido discípulo Alejandro, si tuviera la posibilidad de reunir todos los libros que he escrito, los quemaría. Me avergonzaría mucho que algunos de ellos perdurara... me doy cuenta de que he de recibir un castigo Divino por haber escrito libros tan engañosos. Hijo mío, Alejandro, te escribo esta carta para decirte que la gran mayoria de mis teorias a la ley natural son falsas. Siento que he salvado mi alma al admitir mi error.
Espero que no se me considere culpable por el pasado, pues he actuado por ignorancia. Sé que tu me alabas y me dices que soy famoso en todo el mundo a causa de los libros que he escrito. Aquellos que se consagran a la Torá obtendrán la vida eterna, mientras los que se dedican a leer mis libros obtendrán el sepulcro. No te escribí antes porque temí que te enfadaras conmigo y tal vez hasta me hicieras daño. Pero ahora he tomado la decisión de decirte la verdad. Sé que cuando recibas la carta ya estaré muerto y enterrado, pues soy consciente de que se acerca el fin.
Me despido con saludos de paz, Alejandro de Macedonia, gran emperador y soberano.
Tu maestro,
Aristóteles
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MADURE
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