Eres San Juan de Abajo, la perla que Dios puso en medio del valle. Niña pequeña, que crece más que sus hermanas, no eres poca cosa.
San Juan de Abajo, mi pedacito de patria donde Dios dispuso que naciera. Donde la sangre que corre en mi tiene su raíz. De día y de noche el Vallejo te rodea con sus brazos como padre a su hija, al mediodía el sol abrazador te besa en la frente y el mar allá a lo lejos como escondido, te espera como un novio en los arbolitos del molino.
Hueles a café de olla, eres gritería de niños bajo la lluvia. Eres el trabajo de mi abuelo, el sudor de los lomos del esfuerzo y la dedicación. Eres las historias de mi abuela, sabes a frijoles con queso y huichol.
Eres tus fértiles campos, tus arroyos, tus sandias y tus elotes, eres la campana del recreo de la Morelos y la Berzunza.
Llámame con el replique de tus campanas, invítame a ese cine de butacas vacías y envejecidas, quizá Gilberto nos quiera poner una película y veamos los duendes del carraco, el fantasma del paso del valle o vayamos a que nos espanten al capomal.
Eres mi padre y eres mi queridísima madre, esperando que regrese.